sábado, 6 de abril de 2013

Huye de los consejos no pedidos

La crianza de Victoria no está resultando como esperaba. No soy una madre diez, tengo miles de errores cada día, Victoria no es una niña de las que podríamos llamar fácil. Tiene 15 meses, y me cuesta horrores que coma, aún no anda sóla, y se enfada con facilidad. Pero es mi vida, y la quiero con toda mi alma, tal y como es, adoro su fuerte personalidad, y me encanta que se imponga y no se conforme con cualquier cosa. Es lo que yo quería, que fuera diferente a mí. Por eso me duelen tanto los comentarios, porque llenan de sombras el río de sentimientos que rodea esta maternidad que es la mía.

Aborrezco cada una de las opiniones que desde que ella nació he tenido que aguantar a mi alrededor (aún hoy las sigo oyendo). Opiniones que yo, su mamá, no he pedido, y que no quiero, porque me duelen, y han estropeado muchos de los preciosos momentos a los que las dos teníamos derecho.

Muchos, hasta gente que no conoces se creerán con el derecho (incluso más que tú) a saber que es lo que tu hija necesita, y eso, cuando eres primeriza y borreguil, te mata.

En su día, cuándo luchaba por instaurar la lactancia tuve que aguantar  miradas, comentarios que oía desde otra habitación (cuidado, tengo muy buen oido), e importunios varios que harían reir a cualquiera, pero no a mí, no en esos momentos de inseguridad y de frustración. Muchos de los intentos, lo sé, venían desde el desconocimiento, o lo que es peor, el conocimiento erróneo o incluso con la mejor de las voluntades. Pero no señores, no es eso lo que necesitaba, ni mi leche estaba agria a pesar de estar varias horas en mis pechos, ni los caldos que me daba repugnancia beber me favorecían, y no, no iba a probar con biberón, porque no, no señores, no me daba la gana. Si no hubiera hecho caso a comentarios que hacían referencia a que si ella tenía hambre otra vez es que no le alimentaba, aguantandola horas llorando para que nadie viera que ella lo que quería era otra vez teta, quizá ahora tendría algún kilo más, quien sabe.
Yo sólo necesitaba a alguien que lavara nuestras ropa, limpiara y cocinara, tampoco necesitaba dar otros brazos a mi bebé, porque no sólo ella me necesitaba, yo también la necesitaba incluso más.

Así empezó, y es un no parar. Alimentación, educación, límites, incluso el tema de caminar, tantas veces me muerdo la lengua cuando la obligan y digo OBLIGAN a andar sóla y ella grita y llora porque tiene miedo, o no se siente preparada.

Pero ya está bien. Ni una más. Hoy, oficialmente, lo aborrezco, y digo basta. Ha llegado el momento de que actúe como una madre.

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